La fase olfativa en la cata de vino es una invitación a los sentidos, a salivar, al gusto y a las emociones.
Aprender de aromas es adentrarse en un mundo apasionante, donde la inquietud y los recuerdos olfativos forman una parte esencial del proceso.
Aromas primarios que nos los regala la naturaleza en su estado más puro; aromas secundarios, fruto de las fermentaciones y procesos enológicos; y aromas terciarios, que surgen de vinificaciones, oxidaciones y maduraciones, obteniendo así perfiles más complejos y elaborados.
¿Cómo aprendemos a oler?
El olfato es un sentido que poseemos incluso antes de nacer. Ya en el útero materno tenemos nuestro primer contacto con lo sensitivo.
Al crecer, incorporamos otros sentidos como la vista, el tacto, el oído o el gusto, y con ello vamos perdiendo la conexión con ese instinto más primario que es el olfato, aunque siga latente en nosotros.
El sentido del olfato nos alerta, nos vincula con nuestra tribu: por su olor, por su comida, por su entorno.
Pero lo vamos perdiendo si no le prestamos atención.
Y ahora, si quiero aprender a catar vinos, ¿por dónde empiezo?
Por lo más natural: frutas, verduras, un día de lluvia, el olor a mar, el café recién hecho, el especiero de tu casa… Solo necesitas objetos cotidianos a los que prestarles atención olfativa. Huelo, memorizo, aprendo… y vuelvo a empezar.
En el vino, huelo y pienso. Intento recordar algo que me evoque: un momento, una sensación, un viaje, una comida… Siempre hay algo que recordar.
Los olores y aromas del vino pertenecen a familias olfativas comunes. Para ayudarte, existe la rueda de los aromas, creada por Ann C. Noble, donde —de forma organizada— puedes encontrar esos aromas que vendrán a tu mente. ¡Inténtalo!
Y si quieres despertar tu olfato de una forma diferente, te invitamos a nuestras Experiencias Sumiller: catas de vino diseñadas para descubrir, sentir y conectar a través de los sentidos.