RUTH PINDADO
El blog de Ruth Pindado en Tribuna de Ávila
Lleva un vestido azul lleno de círculos de colores grandes y vistosos que hacen juego con unos ojos que brillas nada más nombrar al vino. Está sentada en un sillón de paja y pone los pies como un indio, algo un poco fuera de lo normal. Yo hago lo mismo y las dos reímos.
-Anda, ponme un poco de Simon&Garfunkel en spotty-, me dice con un tono casi infantil, y obedezco: “The sound of silence”, suave, de un concierto en Central Park. Por un momento me transporto a mi pueblo, un domingo de verano en la iglesia, mismo olor, misma música, misma tranquilidad. Curiosidades del tiempo y de la vida.
Explica, verborreica, sobre lo divertido que es ver las botellas de vino en los supermercados, las compara con chinos militares desfilando, todas rectas, en orden, etiquetas miméticas enfrentadas al público para ser vistas y cogidas. Todo muy cómico. Se ríe. Habla y habla sin parar, quiere que imaginemos juntas que estamos en medio de la Gran Vía, y que cada persona que pasa es un vino, hay que tener la mente abierta y la imaginación a tope, ella, sumiller creativa pero ordenada y formal se siente pletórica. Vamos, hagamos la prueba. Dice que lo hace cuando va sola por la calle, así se entretiene. En su lugar ponemos la televisión sin sonido, primer programa y vamos analizando a los personajes.
-Esa señora, venga, ¿a qué te recuerda?- la miro, es alta, lleva un vestido demasiado ajustado para la edad que parece tener, peinado recién hecho en la peluquería, bolso caro y un perrito de esos minúsculos y lanudos. La miro y me sonrojo. –Un francés, sin duda, un champán rosé.
– Bravo, bravo y bravo, opino lo mismo, y ese, el señor del traje, tiene pinta de banquero, le pondré un Rioja, algo con cuerpo, un “Martínez Lacuesta”. Bueno, es que los periodistas trajeados siempre me recuerdan a los banqueros-, y vuelve a reír de una forma sonora y juguetona-. Demasiado perfecto, creo.
– Vamos a por otro más difícil, la chica esa de los pelos verdes, la que está entre el público-. Camisa de cuadros dos tallas grandes, vaqueros rotos y descoloridos y bambas moradas. – un joven, fresco, con burbuja, algo de apariencia rompedora y fuerte, a ver que piense-. Y calla entornando los ojos para recordar mejor, para visualizar algo que tiene en su memoria.
– Ni idea, esto es muy difícil para mí, aún soy muy novata en estos juegos-. Le digo temiendo perturbar sus recuerdos.
– Un punto G, es un vino francés sin sulfitos, un vino de mesa, sin mucho cuerpo pero con mucha energía, de esos que no olvidas si los has probado alguna vez. ¿Qué te parece?
– Ja, ja,- río- me gusta el juego. Voy con otro-. El presentador, joven, guapo, con mucho estilo sin ir excesivamente elegante. Déjame que piense. Algo sofisticado sin ser muy elitista, no sé, algo así como un vino de autor, algo pensado pero que parezca casual.
– Buen análisis, te diré unos pocos, a ver… Un “Mala vida” de bodegas Antonio Arráez, de Valencia; un “Madremía”, de Divina Proporción, de Toro; o un “La Planta”, un Arzuaga de Ribera de Duero. ¿A qué solo los nombres ya te gustan, eh?- Y echamos a reír.
Y recuerdos las noches con amigas y las fotos que hacemos a las etiquetas curiosas, esas que solo con verlas nos ponen de buen humor. “El novio perfecto”, “El follador”, “Malasuegra”…
Siguen cantando suavemente Simon&Garfunken, ahora suena “The Boxer”, pero he perdido la atención por la música y solo escucho sus palabras burbujeantes y llenas de vitalidad.
-El vino es un mundo, una forma de vida, un todo. Me gusta aprender, conocer cosas nuevas, gente que me cuente historias y todo, al final, se transforma en vino, en formas, olores, sensaciones que mi cerebro conecta y ubica en los rincones donde tengo almacenados los sentidos y se vuelven anécdotas vinivivenciadas, es algo maravilloso, algo sublime.
Sabes, amigo lector, la oigo hablar tan entusiasmada y solo puedo unirme a sus sensaciones, a sus emociones y disfrutar. Todo le toca el alma, le llega y le hace vibrar: la música, un libro, una peli, salir con los amigos, todo se transforma en estados pasionales que le evocan momentos con el vino y se vuelve un todo, un yo completo.
Descruza sus piernas y camina lentamente hasta la estantería, abre un libro verde, pequeño y desgastado, algo que creo ha creado ella misma por la forma de la encuadernación tan manual y lee, lenta y suavemente, arrastrando las vocales finales y reconstruyendo paisajes que sueña.
-Hijo alado de Dione,
no me riñas, no te enojes,
si te digo que los goces
no me tientan de esos pobres
que mantienes en prisiones.
Hechiceros, ¿quién lo niega?
son los ojos de Filena;
pero mira cómo el néctar
delicioso de Madera
en la copa centellea.
Tú prometes bienandanza;
mas, ¿lo cumples? ¡Buena alhaja!
De los necios que sonsacas,
unos llevan calabazas;
otros viven de esperanzas;
cuál se queja de inconstancia;
cuál en celos ¡ay! se abrasa.
Baco alegre, tú no engañas.
Andrés Bello.
-Cierra los ojos y sueña, déjate llevar. El vino es eso, aromas, sensaciones, recuerdos. Todo está impreso en la memoria. Solo tienes que disfrutarlo, dejarlo salir, revivirlo.
Abre su botella, es de un verde intenso y clásico y tiene una bonita etiqueta blanca con una pluma, “las letras”, de Madrid, y recordamos juntas los mil anécdotas que nos evoca. “Cualquiera tiempo pasado fue mejor”.
Brindamos juntas y, por un momento todo es silencio.