Búscame por las calles de Madrid. Ester Rico. Capítulo 5.

Una añada buena, contra todo pronóstico, dice el enólogo,, 

ha ido todo demasiado deprisa el envero, la maduración… las cosas de palacio van despacio y necesitan su tiempo, y este año con la ola de calor, hemos rezado a todos los santos y a todas las vírgenes que conocemos… hasta mi primo de  Portugal rezó a la Virgen de Fátima para que tuviésemos buena cosecha, aún así no nos podemos quejar, será una añada buena, prosigue En Abril comenzó a llover y solo nos dio tregua tres días, por lo que casi tenemos algún brote de hongos, pero a primeros de mayo empezó el buen tiempo y luego las nubes solo han pasado de largo. Calor, calor y más calor, este año tenemos el corazón en un puño mientras habla, con las manos va representando sus sentimientos.

Y estamos pendientes del tiempo para comenzar la vendimia , vivimos alerta y vigilantes día y noche , por si se avecina alguna tormenta con granizo, que sería una catástrofe.

 Tenemos todo preparado comenzar a vendimiar la parte más alta y sur del viñedo, que es la que más horas de exposición ha tenido, por ende la que más ha sufrido esta ola de calorproseguía explicando con mucho sentimiento en sus palabras, pero con más acción, como si las máquinas se hubiesen puesto en marcha en ese mismo instante.

—Bajemos al viñedo, que lo veremos más claramente— nos propone su ayudante. Los racimos de Tempranillo nos saludaban con su color azulado desde las cepas,

 —Esto es magia, nena le digo siempre a María cuando visitamos una bodega.

 Que estas bolitas tan preciosas se conviertan en el líquido más deseado, con tantos matices y con tanta elegancia. Ella feliz, asiente con la cabeza. Pequeños granos maduros, empolvados de levaduras , apretados entre ellos y juguetones con la luz de la mañana. 

Caminamos por las viñas y vemos como en pocos metros hay diferencias entre las cepas, el suelo cambia , los colores de las hojas se están tornando a rojizos, color oro viejo, todo son preguntas a la madre naturaleza. 

Respiro hondo , huele a tierra, a verde, a limpio, ojalá pudiera disfrutar cada mañana de este aroma a vida, pero vivir en Madrid se convierte en una droga, un vicio , la vida , las multitudes , las prisas de la gente … es una forma de vida acelerada y rica en matices también, como el buen vino. Solo hay que parar,  respirar y sentirlo. 

Me llama Maria , haciendo unos aspavientos extraños, ella que va más adelante con Lorenzo y Karim, nuestros compañeros de viaje, para avisarme que no me asuste, hay un animal muerto cerca.

Gracias amiga, sabes que la vida y la muerte están intrínsecamente ligadas, pero yo vivo de espaldas a ella, me da así como mal rollito— le digo con cara de asco.

Venga , venga no te enrolles con tus historias místicas  y ven aquí con nosotros que vamos a subir esta ladera y luego a las doce comienza la cata!! Avanzó rápido, para no ver el pobre animal, aún y así de refilón veo plumas, voy dando saltitos  y les piso los talones, me uno al grupo de seis que somos en total , y vuelvo a mis pensamientos.

Visitamos la bodega, con sus depósitos de inox perfectamente limpios y gritando ¡queremos vino, queremos vendimia!! y con una gran maestria nos cuentan los procesos del vino , desde que llegan a la receptora de uva, hasta que lo convierten en un mosto esperado y deseado; estrujados, centrifugados, trasiegos, fermentaciones todo es magia que se practica hace cientos de años pero ahora disfrutan de tecnología para que no se escape ningún detalle, ni suba un grado más que otro,,,todo está en juego, el patrimonio de la familia y el apellido, nada puede salir mal. Aún y así se avecinan días de nerviosismo y acción.

LA VENDIMIA.

Pasamos a la sala de barricas, donde descansa el vino, donde se cuece parte de la magia, de los rezos a la experiencia para que salga lo que ellos quieren, pero la vida es bella y cada barrica no se asemeja a la otra y parece lo mismo, pero no lo es. Cada barrica crea sus propias notas, y matices.

Probamos dos experimentos que tienen aparte de sus vinos, se han atrevido a experimentar con nuevas variedades de uva tintas, vinificadas en blanco, -:a ver que sale de aquí, dice el enólogo,  mientras se frota el pecho inconscientemente con la mano derecha, a la altura del corazón y clavícula, Parece inspirar y expirar profundo, lo que viene a ser suspirar, como pidiéndole a Dios un milagro, como le entiendo. 

A las doce es la cata, vamos a probar seis vinos que tienen en bodega,  dos muestras de barrica, dos  crianza, un reserva y uno que le llaman vino de la familia, al que dedican sus mejores uvas, nos explica el enólogo que además lleva el nombre de la matriarca de la familia, como si fuese una leche materna que alimenta y condiciona, ese cordón umbilical que les recuerda de dónde vienen y que deja su estela en la vida de los siguientes integrantes de la familia, los que viven y los que vendrán. 

Sentados ya en la sala de cata, impecable, limpia sin rastros de olores extraños, ni aromas a detergentes, ambientadores, ni nada por el estilo, tan solo una gran ventana que enfrentada a la puerta hacen del lugar un sitio ventilado y muy óptimos para catar y no perder la concentración, Maria se sienta a mi lado, para no tener sus ojos frente a los mios, sería distracción asegurada,  y comienza el baile. Nos sentamos frente al ventanal, para ver el viñedo, para que todo sea más real, más vinícola, más convincente. 

Las perfectas y convincentes explicaciones del equipo de bodega, todo perfectamente engranado para que escuchar su historia, sus argumentos, para que sea la canción que queremos escuchar y que nuestro sentido más primitivo y humano como es el olfato, capte todo aquello que ellos nos cuentan, la experiencia te hace oler sin tener nada delante, saborear sin tener nada en el paladar, afinas tus sentidos solo con palabras y memoria.

 Aún sabiendo que la añada raspa la calificación de buena, debido al año climatológico,  nuestra imaginación vuela y nuestra pituitaria se pone en marcha.

Escuchamos, olemos, probamos, escupimos, y tomar apuntes.

Escuchamos, olemos, probamos, escupimos y volver a comenzar.

Así durante hora y media, a pleno rendimiento, a pleno disfrute, a pleno aprendizaje.

A la vez que nosotros cuatro como un gran equipo sensorial, utilizamos  nuestros códigos al catar, y se parecen mucho a una partida de mus, apretamos los labios, subimos las cejas , mirar abajo a la izquierda, abajo a la derecha, miramos al infinito, a la nada, y un sin fin de muecas y gestos que no dicen nada, y lo dicen todo. 

Buscamos en nuestros recuerdos, en las cientos de catas que llevan nuestras encías, nuestros dientes, nuestras papilas, buscamos hasta en nuestra infancia, aromas que ya conocemos, buscamos registros aromáticos, similitudes, grabamos el momento en nuestra mente , en la gran biblioteca aromática que llevamos sobre los hombros, porque los aromas son momentos que se recuerdan hasta el último suspiro de tu vida. 

Una caricia, un melocotón maduro y dulce, un beso de tu madre al despertar, un gesto de amor, un chaparrón sobre tu cara y tu pelo,  una noche de sexo apasionado llevan consigo un olor, un aroma, un recuerdo intangible, único e irrepetible.

Lorenzo y Karim, son grandes compañeros de cata, con una gran verborrea y conocimientos, son dos frikis-empollones-amantes de todo lo que se pueda probar, catar y estudiar. 

Les gusta sacar la puntillita a todo y con esto, escuchando,  se aprende mucho, aunque yo,  como mi mente es más bien dispersa, cuando la conversación se alarga, desconecto. Al fondo de mi mente sigo las explicaciones, pero en un momento dado escucho a María -: Hola! Llamando a tierra!! ella sabe que mis ojos pasan de azules a grises cuando no estoy aquí, cuando dejo mi cuerpo en la silla para que mi mente esté en otra parte.

-: Ey si si!, contesto.

Vuelvo a retomar mi concentración y escucho algo de fermentaciones, malolacticas y ácidos tartáricos. Lorenzo y Karim han hecho acto de presencia. 

Ellos, fieles compañeros de viaje desde que nos conocimos en una cata vertical de un famoso Marques… una cata increíble, llena de misterio, un viaje en el tiempo de principios del 1900, donde más que comentarios reinaba el silencio, el respeto al tiempo y reinaban las preguntas, ¿vivirá alguien que viese crear este vino? No creo, pero es posible ¿quién decidió que este vino era para guarda? que conversaciones tendrían mientras recogían los racimos? esa pregunta me acecha siempre que tenemos una cata de estas características. ¿Hay algún producto alimentario que se pueda probar pasado tanto tiempo, sin morir en el intento?

Aquel día el silencio reinaba en la pequeña sala que nos habían citado a quince personas. y ellos dos cracks de la vida en perfecta sintonía, hacían las preguntas correctas, ni un renglón arriba, ni un renglón abajo. 

Ni una coma de más, ni de menos. 

Ser una afortunada, es estar allí y disfrutar de la magia de la palabra, como ir al circo del sol y no saber por dónde te viene el siguiente halo de luz, en perfecta armonía con la música y con el artista.Y en cada acto, flipas un poquito más. Pura poesía.

En esos momentos el don de la escucha, efectivamente es un don.

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