La casa que compré en la calle Amor de Dios, y que ha estado alquilada hasta hace bien poco, hasta que el destino ha querido que esté vacía para que yo pueda volver a un Madrid que siempre acoge a todo el mundo, para que nadie se sienta extrajero aquí.
Mariola se ha encargado de llevar a un chico que trabaja con ella en el office del restaurante, la ha ayudado a limpiar toda la casa y a vaciarla de todos las cosas que dejan los estudiantes de erasmus que pasan por la capital de España. Me ha salvado de una buena.
—Pero el Guernica casi no entraba por la escalera, han hecho filigranas para subirlo, me dice en un mensaje de voz, voz en la que se le nota la ironía.
Casi a la vez me pregunta a qué hora llego. ¿El Guernica? Esta chica no cambia, con este humor y con esta rapidez mental para pensar este tipo de bromas, con razón su nombre Mariola tiene relación con el Dios Marte, porque ella no es de este planeta.
—No llego antes de la once, la entrada a Madrid por Mendez Alvaro parece algo colapsado, le respondo.
—Vale, te espero en el bar de la calle Moratín, el de la fachada de madera y las sillas más incómodas de Madrid, en nuestro bar, la oigo reírse , seguro que algún recuerdo canalla le ha venido a la mente.
La verdad es ésta, vivir en el centro de Madrid es guay, pero mi casa es un tercero interior sin ascensor y no tiene ventanas a la calle, tiene tres patios interiores y si quiero ver el tiempo lo veo en las noticias, o saco medio cuerpo por la ventana, esta es la única verdad. Eso sí, ni un ruido de coches … tan sólo ruidos diurnos y nocturnos de mis vecinos, todos los del mundo.
—Hay vecinos nuevos, indios y chinos, la señora mayor que vivía debajo de tí, ya no está y el señor del perro, sigue perfecto de salud, será que subir a un sexto sin ascensor cada día varias veces le da bonus de vida—me informa en un mensaje Mariola. —Eso sí, hay dos perros que cuando suben y bajan parecen caballos, son gigantes—me dice en otro audio de wasap.
Todos mis vecinos tienen una gran vida sexual, están los que la tienen físicamente y los que la tienen de oído. Así es la vida en comunidad, unos lo hacen y otros escuchan, y nadie se queja hasta el momento, algún —madre mía!! que horas son estas, que mañana trabajamos!!, o —Vaya siesta nos vais a dar hoy o —aquí hay niños, la virgen santísima! y he llegado a escuchar algún aplauso que otro!
Son las once y cuarto. Cuando salgo por la boca del metro de Antón Martin, me parece un sueño volver a estar aquí, la sensación extraña en el estómago, ¿soy yo o soy la de hace tres años?¿sabré adaptarme a Madrid de nuevo? Y no ver el mar, no salir a pasear en Gijón por su interminable paseo hasta la Ermita de San Lorenzo?
—Aquí, Aquí!! Me dispersan de mis pensamientos unos gritos de unas chicas, son Mariola y Cecilia, su novia. —Aquí, aquí!! Bienvenida a Madrid!! Y nos fundimos en un abrazo que hacía semanas que necesitaba. Me acabo de dar cuenta lo sola que estaba, lo que necesitaba a mis amigas. Intentaba calcular el tiempo que hacía que nadie me daba un abrazo sincero, mientras Mariola decidía soltarme.
—Vamos! que le haces daño!— dice Cecilia, porque Mariola me está apretando demasiado, no me suelta y no me importa, necesito que me aprieten bien, para juntar los cachitos que tengo destrozados por dentro de mi ser.
—Hemos reservado en el bar de Joselu, para que cenes unas bravas y unos callos que te gustan tanto—, dice Cecilia, que está más calmada que Mariola.
—¿Callos?¿para cenar?— y Mariola hace el gesto de vomitar, nos reímos las tres, pero yo pienso comermelos como una reina.
Cuando entramos Joselu viene corriendo a darme la mano, dos besos y luego un gran abrazo, con tres golpecitos en la espalda y siempre en ese orden, un saludo muy de hombre, mientras me abraza me dice —Bienvenida rubia, hoy he cocinado callos extra de cayena sólo para tí—. Me emociono y sobran las palabras.
Joselu es de esas personas que piensa en el negocio hasta durmiendo, sentado en el trono haciendo sus cositas, o cenando con su familia la Noche de Nochebuena, siempre haciendo números de cuanto hubiese ganado o perdido. Él, todo bicho que entre por la calle Moratín lo tiene fichado, de hecho muchos policías suben a desayunar todos los días, y charlan con él, creo que es parte de su trabajo, ¿será espía y no nos lo dice por secreto profesional? siempre lo he pensado medio en broma, medio en serio.
Tres años se le notan a él también, aunque cuando nos trae unas aceitunas negras con cebollita cortada en juliana y espolvoreadas de pimentón de la vera, me pregunta si le veo más guapo, dice que hace crossfit y se está poniendo en forma, —Ahora que has vuelto, me he puesto las pilas a ver si quieres ser mi novia, puedo ser tu sugar daddy— me dice y se da la vuelta con una sonrisa maliciosa y pícara. En ese momento me doy cuenta que mi amiga Mariola, le ha puesto al día sobre mi situación sentimental. —como se entere Paqui que buscas novia, te va a dar sugar a espuertas, Joselu— le dice Mariola con mucha sorna.
Si Joselu lo sabe, los polis lo saben y si estoy fichada, en mi ficha actualizarán mis datos: Tercer fracaso amoroso, deja Gijón, vuelve a Madrid. Foto de frente y de perfil.
—Jo chicas!, que lujo teneros aquí ocupandoos de todo, no voy a tener vidas para agradeceros todo—, les repito un par de veces.
—No tranquila, si no ha sido tanto, además de Philippe que ha venido a ayudarnos, hemos invitado a algunas amigas más y hemos comido en tu casa una pasta carbonara que ha hecho una de ellas, y nos hemos bebido tus vinos, menuda fiesta de chicas nos hemos montado!!—, y se parten de la risa al ver mi cara.
—Bebeos todo lo que queráis, el vino está para eso, para disfrutar y compartir con la gente que quieres, les digo. Y si hay sexo, mejor.
El momento perfecto, siempre surge sin planificarlo.
Aunque por dentro, pienso, rezo y espero espero que no se hayan bebido estas tres botellas que guardo como oro en paño, para una ocasión especial, y sinceramente, ahora no estoy para momentos, no lo disfrutaría en condiciones.
Espero que los vinos no hayan sufrido daños en la mudanza, ni me acordaba de ellos.
Mis emociones ahora no son las mejores para apreciar matices, ni sentir placer por aromas nuevos, ni por beberme doscientos euros en una hora, no sentir ese placer es lo mismo que tirarlo por el retrete.
¿Somos lo que sentimos, o sentimos lo que somos?
No paran de reír, están en lo mejor de su relación, sólo llevan unos meses juntas y se les nota las ganas , la ilusión, las chispitas que salen de los ojos al darse de comer y mirarse. Juegan con las aceitunas.
Mariola, valiente y feliz, le pide a Juanlu que nos traiga un Regajal, —el de la etiqueta de la mariposa morada que me gusta tanto, le grita desde la mesa.
—¿Un Regajal?— le pregunto subiendo las cejas de alegría.
—Claro!! como si no? —El Seleccion Especial!! Cuando vengas a Madrid chulona mía, tienes que tomar vinos de Madrid, prenda! y hace el gesto de acomodarse la gorrita medio lao y estirarse los tirantes, como si estuviese en la Pradera de San Isidro… —porque de verdad—… recompone el gesto y se calla, piensa y prosigue,
—¿Cuántas capitales de Países conoces que tengan una denominación de origen de Vinos? ¿Y que sean tan espectaculares como estos?¿ O que al menos hagan vinos, aunque sean malos?
Y que además lleven su nombre. —MA-DRI-ZZZ repite entrecortadamente, para que todos lo escuchen, la mayoría turistas, o porque no saben o porque no intuyen que ella es gata-gata, todos sus antepasados son Madrileños de Pura Cepa, y ella se chulea así, y le encanta.
—Este vino me gusta tanto y me trae tan buenos recuerdos contigo, me dice mientras acaricia el dorso de mi mano, y tengo ganas de llorar, por tanto cariño y tantas atenciones, pero reprimo mis lágrimas, ahora no toca.